Existen países con capacidad para el escandalo dramático pero en este tema Francia, se convierte en el número uno. Parece ser que no hay cuestión lo suficientemente ridícula que no merezca ser mediatizada y pueda conseguir dar créditos a la estupidez de algunos. Cuando el Ayuntamiento de París anunció una campaña de desinfección y control de ratas a gran escala, miles de parisinos justicieros asistieron indignados a los acontecimientos y manifestaron su ira, «Por encima de mi cadáver», se dijeron, y allí que van, lanzados con 20.000 firmas en contra del «genocidio» de las ratas, veremos cuanto tardan los de este lado en secundarlos.

El problema es mayúsculo, pero mucho más es la reacción exagerada del animalismo, y la opinión pública francesa (digo yo) estará embobada comprobando cómo las ocurrencias de estos chicos alcanzan a sorprenderlos con mayúsculas acostumbrados a dejarlos hacer y no tomarse en serio las ocurrencias y disparates de esta nueva progenie, parida en el estado de bienestar. Al día de hoy el consistorio parisino ha tenido que cerrar parques públicos, ante la ubicuidad de los roedores callejeros. Hacía más de cuatro décadas que las ratas no proliferaban con tanta alegría por las calles parisinas.

Recuerdo de niño cómo en mis primeras escapadas secretas con la escopetilla de perdigones acudía a las granjas que entonces proliferaban en los alrededores de Valladolid. Allí el estiércol se amontonaba y las sobras de los mercados de la ciudad se reciclaban siendo destinadas a las granjas del alfoz para alimentar a los distintos animales domésticos. Las ratas encontraban buenas condiciones para su proliferación y como las esperas tranquilas o las descubiertas lentas y silenciosas entre los aperos, cochineras y leños apilados se conseguían sin mucho esfuerzo eliminar un par de docenas para satisfacción de los granjeros.

No sé cuántas de estos agradables roedores deben de tocar a cada parisino, ni cuánto dinero tienen que gastar en anticonceptivos (que no es más que otra utilización de productos químicos para el exterminio), primera petición que hacen para el control de estos o de otros animales los biempensantes animalistos, pero como se descuiden, los felices matrimonios rateriles procrearán y por millones pasarán a dominar la ciudad, ya que de media pueden alcanzar el millón de descendientes por pareja cada lustro, por lo que no queda más solución que el control con todos los medios a su alcance.

No es broma que el sector animalista está presionando a la UE para la prohibición de productos (venenos) que son los que mantienen a raya y Jo Benchetrit ya ha dicho «no». Esta nueva musa quiere detener lo que considera un “genocidio” utilizando mal el término, en una utilización de las palabras y su significado a las que nos tienen acostumbrados las nuevas castas de opinión, confundiendo exterminio de masas humanas por otras cuestiones como son las religiosas o éticas o de simpatía personal.

El caso es que la atención mediática que las ratas de París han acaparado durante los últimos días también ha proyectado, de forma paralela, la popularidad de la propuesta de Benchetrit. Por lo que sólo cabe esperar que sus peticiones sumen apoyos en el futuro a corto plazo de estos paladines que no son más que sectarios encubiertos. Las sectas quieren imponer su ideario y aunque hablar de ellas no es fácil, debemos intentar defendernos no solo con la palabra, “hechos son amores y no buenas razones”, obligando con el razonamiento y actuando con medidas legales y judiciales, no dejándonos imponer credos, que citen como ciertos cualquier planteamiento psicológico, sociólogo o teológico, (secta en  latín; secare: sectar, cortar. También se dice que viene de secedere: separarse. O de sectare:  cortar, en todos los casos cortar/separar).

Y ¿por qué no? Debemos hablar de estos grupos animalistas y de la confusión que hay en sus siglas y relaciones con grupos al borde de la legalidad y casualmente todos ellos familiares con doctrinas muy caducadas. Hay que tratarlos como sectas. Sé que no es fácil, se está creando demasiada confusión en estos temas por parte de una sociedad sin opinión propia y llena de confusionismo y falsos principios, en la relación con los animales de cualquier condición, sentimentalismo carente de autocrítica ante la realidad, receptivos a mensajes cargados de falsedades, que con mucho desconocimiento se lo creen y en conciencia juegan con fuego para eliminar la hipocresía, la insensibilidad, la injusticia y la maldad humana.

Estas sectas tienen demasiadas connotaciones con movimientos radicales y casi siempre abandonan los postulados iniciales derivando hacia partidos y grupos que puedan ostentar poder político y con finalidades muy diversas que tengan como cabezas visibles, gurús iluminados, guías o filósofos elitistas.

Para batirnos el cobre con las sectas de toda condición y de peligrosidad manifiesta por su aberrante ideario y los métodos in crescendo en su violencia y lavado cerebral, no existe ninguna fórmula en la actualidad de llegar y convencer al mundo urbano, éste prefiere ignorar la realidad, cierra los ojos ante aquello que cree que no representa un problema. El proselitismo de lo absurdo de los planeamientos de estas sectas es jugar con la opinión falseando y manifestando ser poseedoras de verdades absolutas ya que viven en la misma libertad de usos que atacan y desprecian.

Las actividades del mundo rural nunca van contra el bien común, hay costumbres y técnicas que se adaptan por el conocimiento a cambios de uso y manejo, entre ellos la caza, utilizando ciencia y tecnología en el mantenimiento de espacios y poblaciones y soportando gran parte del costo que esto lleva aparejado.

Las sectas usan generalmente el proselitismo agresivo para cambiar hábitos y costumbres y son muy efectivos cuando se imponen con amenazas o la fuerza, abusando de la ignorancia y de las situaciones conflictivas para manipular a las masas que se creen sus mentiras a pies juntillas sumando; peligrosidad social, al ser grupos cerrados a corrientes de ideas diferentes a sus postulados, no toleran oposición y si la hubiere, expulsan de sus filas a los disidentes y posicionan a sus líderes en el profetismo carismático que alaban las masas y deseado por los medios de comunicación social, marcando una tendencia cada vez más alejada de la realidad.

Asistimos a una división y abundancia de siglas en defensa de todo lo imaginable, la misma voluntad se manifiesta en defensa del lobo o el lince que las ratas o la mosca cojonera, todas juzgan y acusan con la misma mentalidad y no parece que existan divisiones, se imitan ya que tan buenos resultados alcanzan y tienen atractivo entre los jóvenes, siempre queriendo pertenecer a una tribu urbana diferenciadora y pragmática, solo que éstas, además, son expertas en aportar, ya que consiguen sustanciosas subvenciones, logradas por la presión que someten a los políticos, que cree contentarles de esta forma, dinero que se diluye en dudosas operaciones y de las que nadie parece estar obligado a justificar.

Publicado en la revista Caza y Safaris