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05 Ene 2010
La alimentación americana
Creo que a partir de ahora voy a alimentarme a base de cartón y pipas crudas: mamá, no te preocupes, sobreviviré.

Ayer ví un documental, de esos americanitos que se llama “Food Inc”. Habla de las barbaridades que se hacen en la industria de la alimentación americana. Al principio, cuando vine aquí, me llamó mucho la atención que la gente diferenciase entre orgánico o no. Me decía: ¿qué es eso de orgánico?, ¿es que un pollo no caga y pía como todos?
La diferencia, hablando de pollos, es que los supuestos “orgánicos” son los que están criados de una forma natural y no en granjas sin apenas luz, atiborrados a maíz trasgénico y con una suciedad que hasta los palos del gallinero son rubios del susto.
Yo me preguntaba por qué cuando vine aquí engordé como un poseso comiendo mucho menos que en España. La razón estriba en que si un pollo, para crecer a un ritmo normal necesita 70 días, estos especímenes artificialmente creados y atiborrados de antibioticos de engorde -que tú te comes-, crecen el doble en menos tiempo -unos 40 días- y con más pechuga porque es lo que le gusta a la gente. Yo pensaba que eso sólo pasaba con las Jenys adolescentes de hoy en día…
Me preguntaba por qué una hamburguesa del McDonalds costaba un dólar y una manzana -sí, una sola- costaba lo mismo en el supermercado.
Luego vino el período de la indiferencia: ese que piensas que deben ser los años los que te hacen estar más gordo o la vida en pareja. Que si el metabolismo se desacelera y demás cosas. Lo que estaba pasando es que todos esos antibióticos de engorde que los pollos se han comido, pasan a tu organismo, y tú entonces engordas. Utilizan movidas que no están probadas de no ser perjudiciales para el ser humano y dan de comer a los animales historias que sólo Dios sabe.
El documental habla del poder de las grandes corporaciones americanas con los granjeros, los agricultores y los consumidores. Se cargan a unos, esclavizan a otros y les da por culo lo que piensen los terceros, para corregirlo ya está el marketing.
Luego tenemos la historia del maíz y la soja. La superproducción y demás que está rompiendo el equilibrio económico con los países menos desarrollados.

Ni soy un Michael Moore, ni tampoco soy un hippipollas, lo único que quiero es que no me tomen el pelo. Y de eso sé, porque desgraciadamente me dedico al marketing como ya he dicho en más de una ocasión por estos lares. Muchos de esos cabrones han perdido toda su ética en pro del verde (del dólar), y con la excusa de sacar dibujado un árbol en el envoltorio, el consumidor ya piensa que es natural. Hijos de puta. Hoy en día, que no se sabe lo que comes y que la carne viene envasada en un plástico sin sangre, hemos perdido toda la naturalidad. El ser humano se está deshumanizando, acabaremos comiendo todos lo mismo: un gel pastoso hecho de maíz y mezcla de carnes de pollo o vaca y pensaremos que es un menú acojonante. Todo eso aderezado con un calentamiento global muy bonito porque de tantas vacas que tiene que haber para que el futuro gel pastoso del McDonals sea barato, los pedos que estas se tiran pueden hacer de ketchup y mostaza. Sepan ustedes que una vaca contamina más que 6 coches.

Vengo de una familia de cazadores y bien orgulloso que estoy de ello. Gracias a la educación que recibí desde pequeño, aprendí a respetar el medio ambiente con inteligencia y dedicación. Nunca he sido un dominguero de barbacoa: se andar por el monte en silencio, diferenciar huellas o no perderme. Aprendí a respetar a las personas que viven en el campo -en lugar de burlarme por creerlos garrulos- e incluso a envidiarles y sobretodo ví que lo más importante hoy en día es conservar el equilibrio. He probado la carne de caza y he disfrutado de la comunión con la naturaleza. Puedo decir eso porque me considero un jodido afortunado ya que en estas puñeteras urbes de hoy en día, en el que el ser se considera un humano, nos estamos convirtiendo en todo lo contrario. Coman lo mismo, da igual que tenga nombre o número, envenénense con enfermedades artificiales y luego ataquen a los cazadores o pescadores por ser asesinos. Prefiero la vida de un ciervo en el monte a la de un pollo de los de la superpechuga. Cierren los ojos ante lo evidente, ante la absoluta verdad de que somos ovejas pastándo en un campo verde de billetes y luego cománselos con una sonrisa.

Ni soy vegetariano, ni hippie, ni radical, ni alérgico a los lácteos. ¡Sólo quiero que no me envenenen poco a poco! Por eso, a partir de ahora pienso mirar con detalle todo lo que como, que sea natural y que esté certificado.

Desde este blog quiero avisaros queridos lectores de que si pasa aquí, id preparando el huerto por allí y sacandoos la licencia de caza porque irá para allá, como la crisis.