Papeles, papeles, papeles…

Practicar la Caza, a día de hoy, desde el punto de vista de titular o propietario se ha convertido en una arriesgada y difícil práctica. A los impuestos municipales y gestión de caminos públicos por parte de los ayuntamientos, se unen, por parte de nuestra bien amada Administración autonómica, las matrículas anuales de coto, junto con una pléyade de trámites que hacen necesario, para cualquier titular, tener más asesores que cualquier gran empresa.

Los planes técnicos de caza, experimento de gestión, loable sin duda, para grandes cotos cercados, es una auténtica rémora cuando se trata de cotos de caza menor. Los criterios técnicos empleados por el legislador se basan en sesudos estudios que, en la práctica, se convierten en auténticos cuellos de botella para aprobar este trámite. Sin dejar de lado, por supuesto, las normas fiscales y laborales de obligado cumplimiento para cualquier español de a pie. Sería imposible, en estas líneas, enumerar todas las obligaciones que se le imponen a nuestros sufridos titulares y propietarios. Por ello lo injusta de la afirmación, empleada por esa pléyade de urbanitas que gozan de la moda de dejarse ver, de vez en cuando por el campo, de que “el campo es de todos”. Claro, cómo se nota que ellos no pagan la contribución (según diría algún que otro amigo propietario).

Por cierto… también nuestras administraciones podrían ofrecer algunas subvenciones a los cotos con la misma “alegría” que se le dan a determinados grupos pseudoanimalistas.

ARTÍCULO DE FRANCISCO BELTRÁN