Un día de caza en los pinares de Urbión por ejemplo, era un día de ocio, pero también de trabajo. Se levantaban al amanecer y desde casa a pie comenzaban una jornada que duraría hasta el anochecer y recorriendo en muchas ocasiones hasta 50 kilómetros, todo ello con la única e inestimable ayuda de uno o dos perros que cada uno poseía, y que entre todos no superaban la media docena.

El día transcurría entre senderos, veredas y arrastraderos hoy casi ya inutilizados u olvidados, que ellos conocían como la palma de su mano. Bien si les tocara cazar la umbría o la solana, con nieve o con frío, con agua o con viento nada asustaba ni reprimía a estos perseverantes cazadores, y si por fin en alguno de los ojeos o afán de levantar algún jabalí con la ayuda de esos magníficos perros que barruntaban la caza casi desde casa, conseguían matar algún ejemplar, acostado la postura (que en la mayoría de los casos no eran mas de diez), en alguna de las cuerdas, senda o paso obligado de la caza que ellos conocían como si de los propios animales se tratara, se felicitaban enormemente y pasaban a desollarlo para llevarlo hasta el pueblo colgado en una vara o descuartizado en sus morrales. En la jornada no podía faltar la comida en torno a una buena lumbre, se comía de todo: chorizo, salchichón, chuletas, panceta, cecina y vino, pero eso si, como si de una gran familia se tratara, todo era de todos y la comida se amenizaba con chistes y anécdotas, como una gran boda, eso si que era compañerismo, el día se pasaba con un ambiente extraordinario.

En nuestros días no cabe duda que la vida prospera y con ello la caza, sus artes y técnicas, y que lo de ir andando desde casa o transportar un bicho a mano seria un atraso, pero no en las formas de cómo se esta desvirtuando todo.

Una batida hoy en día es en muchos de los casos un maremagnum de gente y de coches que mas que de caza parece que se va a la saca, y como no, aunque vayamos solos tenemos que ir luciendo nuestro todo terreno y claro, cuando pasamos por las pistas todos parecemos el séptimo de caballería, y referente al tema de los perros, la única cuestión es quien lleva mas en su carro o los mas bonitos, y luego al final lo único que son es un rebaño de chuchos que hacen a todo menos a los jabalíes.

Tampoco nos vamos a olvidar de la personas que se ponen de postura, que pasean por el monte como si fueran de boda, o que se ponen a contarse lo de la noche anterior entre unos y otros, hablar con el móvil o ponerse a coger setas, y luego claro, “aquí no ha pasado ni un triste jabalí”, exclaman, ¿Qué esperaban?, ¿Qué se pusiera a hablar con ellos?

Si pasamos al tema del compañerismo, eso desapareció hace años, lo de coger un perro que es de otro o decírselo al propietario, ni se ve. Lo de ayudar a sacar la res del monte al camino, ni pensarlo, y cuando llega la comida, en vez de juntarse todos, cada uno se va por su lado y al final se queda entre cuatro amigos que han estado de puesto.

Todo esto creo que es suficiente para darse cuenta que esto de cazar tiene muy poco y que si continuamos así, en unos pocos años un día de caza será ir de romería. Señores, ¿hasta donde vamos a llegar?

David García Mateo. Soria.

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